« ¿Por qué demonios la gente corre? ¿están locos? ¿qué caso tiene? ¿por qué les gusta sufrir de esa manera? Yo no sé correr, a los 3 metros me canso y además, pues ya saben, correr te chinga las rodillas" ». Era lo que siempre decía y aún así aquí me tienen, de madrugada, sentado en el escusado, con los chores en los tobillos, los pezones enmicados; pensando que después de desalojar el colon tendré que barnizarme todo aquella zona donde el pelo se encrespa y trataré de encontrar el valor para que, en vez de volver a la cama con la dignidad intacta, me disponga a salir a correr...