Mainstream tú, mainstream yo, mainstream tu madre.

Escribir sobre lo mainstream es una inquietud que me nació gracias al evento fortuito de ver al escritor, sociólogo y periodista francés Frédéric Martell en una conferencia que impartió en Querétaro, como parte del Hay festival del 2016. En ese evento compré su libro «Cultura Mainstream: Cómo nacen los fenómenos de masas».

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Portada del libro Cultura Mainstream

Este libro me llevó a ver desde otro punto de vista los contenidos de entretenimiento como un fenómeno de masas, y como es mi costumbre lo llevé al terreno de la obsesión y al « monotema conversacional Aspergeriano »; al grado que influyó en mi decisión de elegir un máster de contenidos como estrategia migratoria y liberadora de vida (tema de otra entrada futura de este blog). Y ¿qué de interesante tiene lo mainstream?, pues mucho, en cierta forma es la razón por la que escribo esto en una una tablet Apple, mientras viajo en una aerolínea noruega (de bajo costo obviamente), con unos pantalones Levi’s setenta veces siete veces parchados, en un vuelo donde las instrucciones de seguridad las dan en un inglés un tanto atropellado, en francés, y en español; pareciéndonos algo de lo más normal. Como normal es que el tipo que está sentado a mi lado venga jugando en su Play Station portátil, aunque sea un catalán sin la menor idea de que su chingadera se nombrará en inglés, pero está hecha por una empresa japonesa, que también construye cantantes en su fábrica de EEUU, (bueno la verdad seguro sí lo sabe, porque no mames todos conocen a Sony). Creo que ya se entendió la idea. Tenía la absurda intención de hacer una reseña del libro del buen Frédéric (mi valedor) Martell pero no tengo la capacidad intelectual, además lo que el mundo menos necesita son reseñas de libros de gente que basa su dieta nocturna en palomitas y papas fritas con limón. Por lo tanto decidí algo más intrascendente, imprudente y carente de toda contribución para el mundo, malescribir el siguiente texto de escusado:

Martell (mi hermano) nos plantea que los contenidos comerciales o «mainstream » no son ni mierdificadores cerebrales (bueno algunos sí), ni la expresión de la divinidad (quizás uno que otro pueda serlo). Los contenidos mainstream son productos planeados, diseñados, manufacturados, reproducidos, implantados, vendidos y revendidos, negociados y traficados. Y esto no expuesto como si se tratara de algo cutre, o de mala calidad, la «malahechura » no tiene nada que ver con lo mainstream, cuando algo es chafa es por razones independientes a que sea «comercial», por el contrario; otra cosa es que no pertenezcas al target de esa « corriente » de productos, pero todos pertenecemos a una, todos somos « mainstream » en algo. Lo mainstream se implanta en la cultura se nutre de ella y la modifica. Frédéric (mi segundo padre) habla del softpower como la forma más efectiva y económicamente redituable de colonización y como máximo exponente de este «poder suave» están los Estados Unidos, podríamos decir que el hardpower sería la vieja táctica de bombardear todo, financiar guerrillas y alzamientos revolucionarios para colonizar un país, (business as usual in the land of the free and home of the brave) mientras que el softpower sería una lavativa de cerebro, vía oral, audiovisual, polisensorial y concretamente cultural. El objetivo ulterior seguirá siendo el mismo que tiene su hermano neandertal el hard power: dinero. Seducir a una cultura para introducir su modo de vida e insertar sus productos, sus empresas, sus marcas, su modo de pensar y llenarse los bolsillos. Las industrias culturales son los agentes más efectivos para esta propaganda light. El cine, la música, la televisión, el teatro, la literatura, etcétera; podría decirse que de alguna manera impulsan la globalización o abren el camino para que ésta sea bienvenida en algunos lugares antes impensables, como China o medio oriente.

La burbuja

Pero dejando un poco de lado al buen Martell y su muy recomendable libro, me permito exponer que lo mainstream muchas veces es satanizado por ser una especie de aislante de contenidos o productos que difícilmente podemos conocer o consumir porque no llegan a nosotros. Es así cuando en la radio no podemos escuchar propuestas independientes más interesantes, porque todo está atascado por el hit del momento que es repetido un número ridículo de veces que hace que si no nos pareciera vomitivo acabe por parecérnoslo. Es debido a eso que muchas veces nos encontramos con canciones que nos parecen un respiro fresco e interesante y las escuchamos con aires de intelectualidad patética, sin percatarnos que ese casi anónimo y vanguardista artista que acabamos de descubrir en realidad se trata del «Julión Álvarez» más detestable y choteado de su localidad. A propósito, Recuerdo que alguna vez me dijo un amigo «…¿hey conque te gusta Scorpions? sabías que ellos son El Tri de Alemania?». No me importa I’m still loving you Klaus Lora.

KlausLora

La Rosa de Guadalupe nuestra gran embajadora.

Este fenómeno burbuja es un alimento para los estereotipos, hace que al final este softpower se convierta en la tarjeta de presentación de toda una comunidad, o de un país y creamos que es representativo de su población, cultura o modo de pensar, lo que nos lleva a desastres estereotípicos tan lamentables como el hecho de que pensemos que en Suecia y Noruega hay  puro vikingo y músicos adoradores de satanás quema iglesias (bueno, tampoco es como que todos piensen eso), o creamos que en España todo mundo juegue a El Juego de la Oca, en Brasil la presidenta sea Xuxa, en la India todos bailan ante cualquier situación, que ser latino significa que tu himno nacional es «despacito» o que en México nos encanten las tortas de jamón, todos vivamos en vecindades atrapadas en los 80’s y nuestros problemas son resueltos por la virgencita de Guadalupe quien firma sus intervenciones con una rosa y un viento divino.

El mainstream no tiene la culpa, la culpa es nuestra

Pero no culpemos a Nutella de nuestras obesidades mórbidas. Como lo mencioné anteriormente. Los productos mainstream lo son, porque nosotros los convertimos en eso, éstos existen para generar dinero principalmente, si nosotros los consumimos lo hacemos sin obligación alguna. En cierta forma el mainstream se convierte en un reflejo de lo que las masas de una zona están dispuestas a consumir. Y asimismo, la burbuja que genera el mainstream puede ser reventada cuando nosotros así lo decidamos, pero la verdad es que muchas veces no estamos dispuesto a hacerlo, o al menos no en todos los ámbitos. A veces da «huevita» buscar algo más, acéptenlo, cómo romper burbujas, si vamos a los mismos restaurantes, acabamos comiendo la misma opción aburrida pero certera del menú, bebiendo lo mismo por barato y cumplidor; o cogiendo en la misma posición para recibir un «cuando acabes me tapas» de la pareja después del «encontronazo pasional». La culpa es nuestra, si «Despacito» se oye en todos lados a todas malditas horas, es porque siempre hay un pobre imbécil sintonizando o incluso pidiendo la canción. Si la Banda MS mete a 40,000 sirvientas y sus respectivos dandis de tortillería en la feria de un lugar inmundo, mientras Rita Guerrero murió sin poderse costear los gastos médicos para tratar su cáncer, no es culpa de esos paladines del romanticismo agropecuario musical, ni de los promotores que organizan el evento mientras se relamen los bigotes. Como con cualquier droga, la culpa es de quien la consume. Si fuera un negocio rentable la música clásica, los miembros de las orquestas filarmónicas en México no tendrían por que hacer presentaciones deprimentes (por su contexto, no por su ejecución), en centros comerciales o si el cine de autor llenara taquillas, ciertos directores no tendrían que conformarse con realizar únicamente una película que nadie ve y con la cual se endeudaron pero que recuerdan con nostalgia mientras manejan su Uber. El problema realmente es que como consumidores tenemos los productos que merecemos y demandamos, cuando exijamos otra cosa, la burbuja se reventará. ¿Es una utopía? no necesariamente, ¿este texto se está tornando lastimeramente optimista y reiterativo? Por supuesto que sí. Afortunadamente tenemos chispazos de claridad y de temor a Dios, ya que aunque en mi querido país (México, mágico) Los 40 Principales atiborran los estadios de cajeras de Chedraui, por otro lado, con nula presencia radiofónica Roger Waters congrega a la mayor concentración de chavorrucos, hijos de avándaro, y revolucionarios sociomexicas ex cuentahabientes de la versión original de la tienda K2 que el cenizo zócalo de la Ciudad de México haya visto en su historia moderna.

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Es verdad lo dijo Sopitas

Soy diferente porque no soy mainstream.

Pero, «Roger Waters es un maldito vendido, ahora cualquier pendejo va a sus conciertos y nomás se saben la de wi noninou eruqueichon, yo lo escuchaba cuando nadie lo conocía, cuando no era mainstream», podría decir cualquier pariente cincuentón cool. Lo cierto es que la diferencia entre lo mainstream y lo underground o «alternativo» llega a ser tan relativa y ambigua como el tiempo verbal ahorita. En nuestro patético afán por sentirnos especiales y auténticos, crucificamos al producto que comercialmente tiene éxito, tenemos una romántica visión de los artistas auténticos como aquellas leyendas que prefieren vivir en la miseria y morir en la inmundicia, antes que ultrajar su arte con algo que pueda ser comercializado. Porque ser los únicos que conocemos una densa película de un director cuyo trabajo es incomprensible y cuyo nombre es impronunciable, o aseverar que ya escuchábamos a los Ángeles Azules cuando tocaban abajo de un eje vial cerrado con tabiques y botes con cemento, en los quinces de las hijas de las lideresas de tianguistas y ambulantes de Iztapalapa; nos hace pensar que somos unos semidioses y curadores visionarios de la capacidad artística del ser humano. Creemos que no pertenecer al mainstream nos destaca, nos mejora, nos hace eternos; y es cuando aparecen personajes inmamables como los que dicen «yo pertenezco al .03% de la población que no ha visto un solo capítulo de Game of Thrones» o «yo no recuerdo cuando fue la última vez que vi la tele» pero su serie favorita es «El Señor de los Cielos», usan pashminas y tienen, o sueñan tener, una chamarra que diga «Mexico is the shit». La verdad es que últimamente lo único más mainstream que el reggaeton es odiar al reggaeton. Como ya expuse todos somos mainstream en algún punto o de alguna forma de consumo, no pertenecer al mainstream en algo no nos hace únicos, somos igual de detestables que el resto de las personas, de hecho, si alguien llevara un estudio serio sobre este asunto, me aventuro en afirmar que la cantidad de personas que ha conseguido tener relaciones sexuales o incrementado su coeficiente intelectual derivado de afirmar que nunca ha ido a un Starbucks es mínima y no representativa.

Demos gracias a dios por el Reggaeton.

Finalmente. ¿El mainstream es necesario? más que necesario creo que es inevitable, el mainstream  es una relación de identificación entre las personas, si gusta un producto a muchas personas lo consumirán y lo demandarán, lo volverán mainstream. Creemos que una sociedad es más distinguida si analizamos lo que es mainstream ahí, podría ser, pero la verdad es que en Europa también se consume mucho reggaeton y pegan los mismos churros cinematográficos que en México, ¿a que se debe esto? yo qué sé, si yo soy fan de Mijares y Juan Gabriel. Son mis gustos culposos, parte de esos gustos que nos damos pero que van con nuestra pose de tener un gusto exquisito y elevado. Y esos gustos culposos los tienen en todas las sociedades, independientemente de sus niveles educativos. ¿Será verdad esa folclórica frase que reza:  «entre más corriente más ambiente»? Puede ser que el mainstream además de hinchar cuentas bancarias y destruir carreras de artistas «más complicaditos» también cumpla la función de equilibrar el orden universal. A veces es necesario visitar los extremos del espectro para apreciar las virtudes de cada género o de cada tipo de producto. Puesto de otra forma más adecuada a mi cuna: A veces una bolsita de garbanza y cheto de abastos a granel, son necesarios para apreciar un buen bisteque. Siendo así, gracias al dios caribeño por el reggaetón, ya que al negarlo, no me siento tan vulgar y tan despreciable, aunque lo sea.

Gracias porque hace que escuchar cualquier propuesta musical que no hable de culos y tetas en un español sin erres, nos haga sentir que no somos coprocefálicos, aunque lo seamos.

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